miércoles, 27 de julio de 2016

La revolución del 16


En el minimercado de la estación de servicios, el taxista entregó un papel de 100 pesos por un atado de cigarrillos, una galletitas y algo más. Miró a quién tenía al lado, buscando algo de complicidad en el desconsuelo.
Le mostró las tres, cuatro cosas baratas que yacían sobre el mostrador.
— Cien pesos —le dijo al otro, y meneó la cabeza.
El otro hizo silencio.
El taxista sintió que le sacaban algo.

Una señora que no mira mucho la televisión y nunca en su vida se sentó a mirar el diario, leyó la factura de gas que debía pagar y la cantidad de dinero la asustó. No se le ocurría pagarla o no. Era obligatorio pagarla para tener gas, nada más. Se quedó confundida.

La mamá que compra leche. El chico que va al supermercado chino. El viejo que va a la farmacia. El hombre que va a comprar carne.
Todos sabemos esto.
Es el escenario de nuestras vidas este año, primer año de un nuevo Gobierno.

Tenemos adelante la palabra ajuste.
Lo que ya estaba caro, ahora está carísimo.
Lo que comprábamos midiendo cuánto comprábamos, apenas podemos comprarlo.
Pensamos que la decisión de los políticos es que las cosas estén muy caras.
No reaccionamos, no entendemos, aún no escuchamos a los gobernantes que han dicho que estamos en otra normalidad.
Otra.
No la misma, ajustada; es otra.
La decisión no es pagar muchísimo el pan: la decisión es que no compremos más el pan.

No entendemos aún.







Incrédula

Una amiga fue al Museo Nacional de Antropología de México.
Le pregunté qué le había interesado de todo lo que había visto y me contestó que le gustó mucho la arquitectura.
Luego me contó que todo lo que había allí dentro era demasiado alucinante.
“Me cuesta mucho creer que es verdad que todas esas máscaras, joyas, calendarios, vestimentas, estatuas, estuvieran debajo de la ciudad. No puedo creer que se hayan hecho antes de ahora”.
El escepticismo de mi amiga me resultó divino.
Enfatizaré la palabra divino.
No hay manera de plantarse ante un misterio de forma más valiente y que mejor lance a alguien a tratar de conocer.
Generación tras generación he visto cómo la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA destroza el interés primitivo de los estudiantes de antropología, pulverizando su vocación por lo exótico, lo diferente.
Es una triste escena.
Mi amiga, que está lejos de la antropología, me devolvió la esperanza.






martes, 26 de julio de 2016

Contigo me voy, mi santa

Le voy a dedicar a Rosario Grullon, Reina Irresistible del Merengue, amor mío de toda mi vida este clip de la película Cuba feliz, de Karim Dridi.



Aquí está la película:



Oye, Rosario Grullon, te voy a decir esto, escuchame bien:

Tú me quieras dejar
Yo no quiero sufrir
Contigo me voy mi santa
Aunque me cueste morir



jueves, 14 de julio de 2016

Champagnat


Luego de un Gobierno peronista, que mostró un pragmáticamente moderado poder de negociación con algunos sectores del poder y aplicó una política distributiva que favoreció en parte a las mayorías de recursos medios y bajos, los electores votaron a la oligarquía más pura, que está desplegando, sin plan maestro a la vista, una bestial exacción de recursos desde todos los segmentos sociales hacia los que concentran la riqueza, nacionales y extranjeros.
No sólo no disimula el Gobierno, sino que ostenta su adscripción a los más ricos, teniendo a la cabeza un millonario emblemático, casi cinematográfico.
Hay una porción de la sociedad que parece enojadísima con el Gobierno, lo que es fácil de entender, tomando en cuenta que no sólo ha disminuido abruptamente su poder de compra, sino que literalmente le están saqueando sus ahorros.
Por otra parte, el presidente y su Gobierno tienen un sólido apoyo, incluso entre los perjudicados por su política.
Es un fenómeno que demanda ser explicado. Tal explicación, por lo demás, debería arrojar luz sobre ciertos aspectos de la idiosincrasia argentina.
Las dos breves anécdotas que relato a continuación ofrecen un indicador, ínfimo, pero que me resulta revelador del sustento que da base al Gobierno.
Una radio se transformó en adalid de la oposición. Una oposición populista, igualitaria, idealista, ética, convencida de que la justicia social es lo mejor para el país.
En un programa, el conductor entrevista a una pareja de homosexuales que analizan el retroceso de este Gobierno en materia de derechos sociales. La charla oscila entre la defensa encendida de las conquistas en la lucha social y los grandes placeres de la vida ("bueno, Federico, vos acabás de volver de París..."), hasta que uno de los tres, creo que el conductor, revela que fue a tal colegio, envuelto en el prestigio de los colegios de la clase alta. Los otros estaban encantados por el dato, lo celebraron, se entusiasmaron, la charla se hizo vivaz, casi gritaban. Era tal la algarabía porque uno de ellos había ido al tal colegio, que al principio pensé que estaban haciendo una broma, pero continuaron con el tema, extasiados, y ya no volvieron al tema de la lucha por los derechos de géneros ni a la igualdad, ni nada de eso.
En la misma emisora, ayer entrevistaban a alguien que escribió la biografía de una importante líder del Gobierno. La nota llevaba como pancarta la extrovertida crítica a la dirigente y al Gobierno, pero, nuevamente, derrapó. Fue creciendo el placer porque entre los entrevistadores y el invitado conocían a tal y cual persona (jamás refirieron quiénes eran), o tal y cual dato, hasta que una de las periodistas confesó que había ido a la misma escuela, también de niños ricos, a la que asistió la dirigente política de la que hablaban. La misma reacción que en el otro programa. Se terminaron las críticas, se olvidaron de la justicia social, sólo quedó lugar para el regocijo y la dicha insondable de pertenecer a un sector exclusivo. El programa pasó de un clima tenso y chato a la excitación. Todos estaban felices.
Es esa debilidad irrefrenable, esa sed, el anhelo incondicional por ser parte de la oligarquía la que traiciona las declamaciones de este tipo de personas, que abundan, y la que otorga sustento a un Gobierno feroz.
Muchos de los que sufrimos y atestiguamos las decisiones de un Gobierno que violenta la vida de la gente, nos preguntamos qué hacer.
Muchos estamos formateados por el progresismo. Nos encanta la investidura de políticamente correctos, que en Argentina tiene la forma de peronistas de izquierda, y nos encantan los viajes, el vino fino, la cultura, las tilinguería, la comida gourmet, derrochar el dinero.
Qué podemos hacer: ser sinceros. Si nos gusta ser de izquierda para pertenecer a la burguesía francesa, no alardeemos de que nos interesan los demás.








miércoles, 13 de julio de 2016

To book or not to facebook


Facebook es un juego de comunicación.
Muchos lo odian. Porque achata hacia abajo, porque es un dispositivo para sacarle compulsivamente información a quienes lo usan, porque hace perder la riqueza de otras formas de comunicación, porque los que lo usan se aíslan en las reuniones o se escapan de las situaciones de comunicación cara a cara de a dos. Etcétera.
Es un juego bastante adictivo. Hace tres años vi una nota en un diario "Hay personas que consultan su cuenta de Facebook tres veces por día". Hoy, uno no se desconecta de Facebook en ningún momento.
Creo que esto es un limpiacancha maravilloso, una bendición, para la literatura.
¿Qué es un buen libro?
Uno que te dé más ganas de leerlo que de estar todo el día con Facebook.





martes, 12 de julio de 2016

Pus


Los cartoneros se empezaron a instalar en una plaza de un barrio de clase media. Inmediatamente los vecinos golpearon la puerta del Gobierno, que mandó empleados a negociar.
Tardaron varios días en sacar a los cartoneros —que llegaban desde un barrio muy pobre más allá de las fronteras de la ciudad.
Los vecinos quedaron muy disconformes con la actuación del Gobierno. Lo que querían era que se sacaran a los usufruactadores del espacio público de inmediato.
Qué se hiciera con ellos, no era tema de los vecinos. Devolverlos a su lugar, meterlos presos, darles viviendas (lejos), desintegrarlos, en fin, desaparecerlos.
Para eso el Gobierno cobra impuestos.
Sorprendernos o indignarnos porque el pus del nazismo es la sustancia que comanda a la mayoría de la gente es perder el tiempo, la energía y hacernos los nabos.
Si te la vienen a dar, te preparás y respondés.
Eventualmente, prendés fuego todo.








sábado, 9 de julio de 2016

Sin piedad


No entiendo bien eso de esperar que el enemigo de autolimite en su ataque contra nosotros.
¿Lo creemos noble?
¿Lo queremos piadoso?
Puede ser que no entendamos el juego.
El juego se llama GUERRA.
El enemigo viene a saquearte, a vos, a tus hijos, a los tuyos.
Viene a tomar todo lo que tenés, incluida tu vida.
No hay más reglas que esas.
Si tu reacción se limita a la indignación, tu estrategia es la de la adaptación al saqueo.
Si ponés en juego la piedad, el ego, el miedo, el sentimentalismo o cualquier otra cosa que no sea la lucha, ya estás a merced de los caranchos.

Respeto por la comida

Hasta el hartazgo me cae mal el veganismo y sólo respeto el respeto con que se termina una vida para alimento de otra, desde las arañitas que devoran a su madre hasta el humano que come una rana, pasando por el leopardo que mata y come un mono, la liebre que destruye el pasto para alimentarse, los pájaros que comen las cerezas, las ballenas que extinguen toneladas de krill y las muchas bacterias que se comen casi toda la masa viviente del planeta. Sin embargo, vi un video en que se arranca a un calamar su vaina y se deja en carne viva el resto para servirlo vivo, y matarlo frente al comensal con vinagre, alcohol o no sé qué líquido. La bestialidad de ese procedimiento se me empareja con la bestialidad de devorar un ternero nonato. Se me hace muy difícil aceptar el padecimiento.