lunes, 13 de abril de 2015

Lo suyo


 

En Esperemos que sea mujer (Speriamo che sia femmina, Mario Monicelli, 1986), la vida es sostenida por las mujeres. Los únicos dos hombres de la película son el tío Gugo, senil, paralítico, arterioesclerótico, odioso, y Leonardo, que es como el tío un inútil, que jamás ha tomado una responsabilidad, a quien la obligación de administrar la buena herencia que ha recibido lo ha problematizado y se ha hecho socialista, y cuando las mujeres le reclaman que haga algún negocio, que hace falta dinero, él despotrica contra el capitalismo y habla a favor de los pobres del mundo. “El hombre siempre es un chico”, escribió Bioy Casares. La película está relatada desde el punto de vista de las mujeres; quizás otra versión de la historia hubiera mostrado a Leonardo como un pensador importante del socialismo, un hombre a quien el cotidiano no le importaba, porque lo suyo —aquello en que florecía y daba frutos, y le apasionaba hacer— era el socialismo.

En Birdman, el actor Mike Shiner (Edward Norton) es un alborotador, de talento explosivo, inmoral, etcétera, pero a la hora de la verdad, en la vida es impotente y cuando la cámara empieza a rodar es un campeón. En una escena tiene sexo en el escenario con su mujer (en la obra y en la vida real), y más tarde enuncia el tema: “lo que pasa es que en el escenario no tengo problemas”.

Asistí a un almuerzo que varios representantes de la industria cultural, toda gente bien ubicada en la sociedad de Buenos Aires, compartieron con un grupo de folcloristas santiagueños, hombres que habían surgido de lugares muy humildes. Los primeros pasaron largos minutos hablando de sus vidas en relación con el psicoanálisis y de psicoanalistas que todos conocían. Los folcloristas no decían nada. Con sólida humildad, aceptando que se hablaba de un tema al que ellos no eran invitados, sino que más bien tenía el mensaje era “ustedes coman, nosotros vamos a ser superiores”, comían en silencio, a veces mirándose entre ellos. En un momento la mujer que había organizado el almuerzo, para interrumpir la incómoda situación le habló al líder de los músicos, un hombre que llevaba una vida desastrosa de alcoholismo, en conflicto con varias ex esposas, juicios por paternidad, drogadicción, peleas con otros músicos, enfermedades crónicas que no se trataba.
- Vos, X, ¿qué terapia hacés?
X le contestó con la rapidez de una serpiente:
- Nooo… La única terapia que tengo yo es el escenario.
Todos lo que lo vimos alguna vez convirtiéndose en carne de una epifanía cada vez que sonaba el primer acorde de un recital, entendimos en el instante que había dicho la verdad.




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