martes, 18 de febrero de 2014

El Ceferino de Parque Patricios





No quiero cantar ni quiero a ese Ceferino cordero, servil de los curas, prenda de paz para los genocidas de sus hermanos.

Vaya mi cantar a este Ceferino de la cortina metálica, pintado por misteriosa motivación, bolivianizado quizás, bravo seguro.
 

lunes, 17 de febrero de 2014

La intuición de los lectores


En Cien años de soledad hay un personaje que se pasó toda su vida encerrado leyendo una enciclopedia, y cuando salió al mundo conocía todo, hasta detalles que era imposible que estuvieran en la enciclopedia.
Es una vieja fábula: quien ha leído mucho, lo sabe todo.
Yo cambiaría saber por intuir.
Con tanto que ha leído Irina, no me asombra que tenga intuición de lectora. Un día, de la nada comenzó a encuestarme: cuáles eran los tres libros que más me habían marcado y cuáles lo tres mejores que había leído. Le respondí torpemente, como se responden en el momento preguntas que requieren mucho tiempo de elaboración. En tanto, de la silla en que yo estaba sentado colgaba mi mochila que tenía en su interior La infancia perdida, de Graham Greene. Había manoteado el libro de la biblioteca sin saber en absoluto de qué trataba, pero cuando dejé a Irina en la estación para que tomara el tren de regreso a su casa, me he puesto a leerlo y no pude salir de mi asombro: es el libro que Greene escribió respondiendo exactamente a la pregunta de Irina.


 

Logística inversa


Se nos murió el tipo acá.
Acá.
Teníamos el fiambre en una silla. Nos daba pena acostarlo en el piso, así que trajimos la cama del sereno y lo acostamos ahí.
Cuestión que lo teníamos acá y ¿qué hacíamos?
Nadie lo conocía, ni sabíamos quién era. Le revisamos los bolsillos, tenía dinero pero no tenía la billetera, ningún documento para saber quién era. Ningún teléfono, nada.
¿Qué hacíamos?

No sabíamos a quién devolvérselo.









viernes, 14 de febrero de 2014

El amor, entre la pirámide y el tomógrafo (sobre dos conferencias de Helen Fisher)

Tenemos a una señora, antropóloga, increíblemente formidable divulgadora de la antropología, Helen Fisher, que ha dado un par de charlas en TED, ese espacio para conferencias interesantes a cargo de expositores carismáticos.

Helen Fisher presenta el tema del amor en formato que le da toda la derecha a la Ciencia para ganarse el derecho de tomarse la Ciencia en solfa, plantando afirmaciones personales de una subjetividad extrema, divertidas, un poquitín melancólicas, sensibles y sobre todo, imdeclinablemente humanas. Es de la escuela que ha nutrido magistralmente Kurt Vonnegut.

Comienza una de las conferencias explicando que hablará sobre el experimento que viene conduciendo y por el cual ha sido convocada: estudia los cerebros de las personas enamoradas usando un tomógrafo. Inmediatamente se pregunta qué es el amor y refiere el caso de un rey mesoamericano del año 700 antes de Cristo, tan enamorado que cuando se mandó hacer una tumba, siendo ya muy anciano, especificó una pirámide para él y otra para su esposa, y que las pirámides tienen una tal forma y están dispuesta de tal manera, que un día del año, cuando sale el sol, la pirámide de él baña por completo con su sombra la de ella, y cuando el sol se pone, la de ella baña con su sombra la de él. Todos los años sucede eso, aún hoy, siglos y siglos después de que murieran.

Luego recuerda esta frase de Platón: “El dios del amor vive en estado de necesidad”.
Ella complementa: “el estado del amor es una necesidad, una urgencia, un desbalance homeostático. Como el hambre o la sed, es imposible salir de él”.

Más tarde relata: “Me preguntan ‘¿por qué los hombres son tan adúlteros, comparados con las mujeres?’ y yo respondo ‘¿Qué te hace pensar que son más adúlteros que las mujeres?’, me responden que tienen sexo todo el tiempo, y pregunto ‘¿con quiénes te creés que se acuestan?’ Es una cuestión aritmética.

También dice esto: “Creo que no somos un animal diseñado para ser feliz. Sí para reproducirnos. Pienso que la felicidad que encontramos, en realidad la hacemos. Y aún así, creo que podemos tener buenas relaciones entre nosotros”.

Entre otras cosas.


Véalo usted mismo.








GRACIAS CELIA LÓPEZ POR RECOMENDARME A HELEN FISHER.

jueves, 13 de febrero de 2014

Poder femenino


Eran unas mujeres enormes, de piel oscura, gruesos pelos de crin, voces que asustaban y mirar pesado. Eran tan fuertes, tan brutas, tan bestiales que se diría que algunas tenían miembro.
Y sucedió aquel episodio. Durante varias semanas el banco había dejado de entregar a los hombres que representaban al barrio las cuotas para la construcción de viviendas, dado que no cumplían con los avances del trabajo. Sin embargo, en una visita un auditor se asombró al comprobar que las casas habían sido construidas casi completamente. Llamó a una reunión y en lugar de los dos o tres hombres que concurrían siempre, aparecieron todas las mujeres del lugar —que apenas cabían en la oficina.
— Estamos muy complacidos con la sorpresa que encontramos.
Las mujeres sonrieron, mostrando sus macizos dientes de mármol vivo.
— Felicitamos a toda la comunidad, las felicitamos a ustedes, y también queremos felicitar a los hombres. ¿No han podido venir? ¿Don Aparicio? ¿Don Sánchez?
— No van a venir. Están castigados —dijo una de las señoras que había entrado primero. Era una de las principales gigantas, que mortificaba una silla absurdamente pequeña para ella, a punto de destartalarse bajo su peso en un estallido.
El auditor sonrió con una sonrisa boba. En silencio se quedó mirando a la mujer, a la espera de la explicación que debía venir a rematar el chiste, pero ella sólo le respondió con un gesto tan inexpresivo como el de una roca. Al fin el auditor se vió obligado a preguntar:
— ¿Castigados? ¿Por qué? ¿Qué hicieron?
— Lo que usted ya sabe, en vez de hacer las casas, agarraron la plata, se emborracharon todos los días y durmieron la mona. Entonces les dijimos; hasta que no terminen las casas no hay...
— ¡Nada! —gritó otra, y todas rieron.
— ¿Nada? —preguntó el auditor.— ¿Nada de qué?
Las mujeres festejaron la pregunta con risotadas violentas que aturdieron al hombre.
— ¡Nada de regar el jazmín!
— ¡Nada de verle la cara a Dios!
— ¡Nada de Fidel Castro!
A cada respuesta las mujeres explotaban en carcajadas hasta que algunas parecían que iban a caer al piso.
El auditor salió lentamente del espanto hasta que terminó de comprender.
Al fin, la primera mujer que habló le dijo:
— Así que la platita nos la da a nosotras, que estos sabandijas todavía tienen que terminar.
Otra agregó:
— Nos da la platita y hacemos una fiesta.
— Nosotras sola.
— Solas con usted...
El hombre no sabía si le hablaban en serio, pero mirándoles las sonrisas entendió el temor que sentían sus maridos.






martes, 11 de febrero de 2014

La disolución de los espejos



Le tengo miedo a los crotos. Me resultan amenazantes y me causan horror. Tengo miedo de que me hagan cualquier cosa, porque sé que no tienen límites. O tengo miedo —y este miedo es peor— de que
hagan cualquier cosa. Apenas los veo me golpea un susto.
¿Y por qué? Creo que son mi infierno tan temido: deambular sin que nadie te vea, como un fantasma. Sin que nadie te devuelva una imagen de vos. Borges se espantaba con los espejos (“Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres”). No sé si alguna vez se habrá puesto a pensar en el estado de deshumanización en que se hunda quien no se ve reflejado en otros. Uno se viste frente al espejo, se comporta ante el juicio de los demás; uno es en esa construcción entre el cuerpo propio y lo que lo que los demás ven de sí. Por eso cuando se disuelven los espejos uno sale a la calle vestido de cualquier forma, hasta perder todo aseo y toda vergüenza, y hace cualquier cosa.

Es interesante que los chicos se disfracen para la zombie walk. No encontrarían mejor inspiración que en alguno de los paradores nocturnos donde fui a dar los talleres de cuentos.








Las broncas, broncas, broncas


Mi Tía Tita tenía la Gran Rabia.

Se le manifestaba, por ejemplo, cuando le hablaba su cuñada Nélida, a quien consideraba odiosa. Nélida tenía un solo diente abajo y mientras hablaba mi Tía Tita tenía la mirada fija en el diente con una ferocidad cada vez mayor: "se lo quería arrancar de un piñazo a esa estúpida".

Amábamos a la Tía Tita por estas cosas. Era nuestra Violencia Rivas. Nos gustaba el objeto de su rabia, como es lindo cualquiera que tenga una bronca caprichosa, injustificable, a algo puntual e insospechado —los zapatos que usa su hermano, la cara de pelotudo de un ministro, la forma en que se para un alumno, que la señora del puesto de diarios use anteojos con cadenita.

Pero esa clase de rabiosos es minoritaria. La mayoría, hecha de gente a la que le suben los caloresy les agarra la indignación porque no puede comprar dólares, centra su rabia en lo que mandan odiar los operadores de la realidad. En la televisión, los diarios y las radios se exhiben una y otra vez hechos, personas que deben ser odiados, y entonces aparece la horda, la violencia de la multitud contra el diferente.

Gran parte de la sociedad es tierra fértil a esa adición fascista. Está esperando ansiosa que le indiquen a quien destrozar. Proveen, fabrican la realidad plagada de chorros, corruptos, razas inferiores, para así poder darse el banquete de la bronca linchadora.








Qué me pasa


Sé que sabés perfectamente qué me pasa; no te cuento para que sepas, sino para que me escuches.
Necesito que me escuches y me abraces, no que me des una solución desde tu altura para sacarme de encima.


lunes, 10 de febrero de 2014

Mal consuelo


No me han enseñado el idioma chino. Me han echado a perder enormes futuros. Enormes campos llenos de ganado: todos los animales muertos.
Pero ¿y si tuviera algo del lenguaje chino dentro de mi mente? ¿Si un lenguaje fuera una especie de red que funciona de determinada manera dentro del cerebro, y yo hubiera heredado en el trato con mi padre chino algo de esa red?
Quizás carezco de la contingencia del idioma chino, pero me funciona algo de la estructura, y dentro de mi español está el chino.
O algo así.



Samantha y Theodore (crítica de Her, de Spike Jonze)


Her trata sobre varios temas. Uno de ellos es el enamoramiento. En el caso puntual de esta historia, ubicada en un futuro creo que muy próximo, entre un hombre y un OS, un sistema operativo.

Samantha se presenta como una mujercita como cualquier otra. No por ser un OS es superior o especial o monstruosa de cualquier forma. Sufre emotivamente como cualquier chica de barrio cuando Theodore la somete a la confusión espiritual a la que ha sometido a mujeres reales.
En eso se parece a la Khari de Solaris, quien no tiene conciencia de que es un ser creado por el planeta más misterioso con el que entró en contacto la Humanidad.
Las dos en algún momento están preguntándose “¿qué me pasa?”
Samantha incluso parece una chica enchapada a la antigua. Está al servicio de su hombre, existe para arreglarle la vida. Como decía una de mis tías: “las muchachas de ahora ya no saben servir al hombre. El marido llega de trabajar, necesita que la casa esté hermosa, que la mujer esté hermosa, que los chicos estén bien: demasiados problemas tiene en el trabajo para además tener problemas en su casa. La mujer debe armarlo, apoyarlo en todo, darle seguridad en sí mismo, estar orgullosa de él”. Todo eso es lo que Samantha hace por Theodore.

A Kris, el psicólogo de Solaris, al fin no le importa en absoluto que Khari no sea “real”, aquella que murió y en la que fue inspirada quien tiene al lado. La relación de ellos es más importante que la condición de real de ella. Se ha visto a un hombre que podría elegir casi cualquier mujer del mundo, comprometido con una mujer contrahecha, casi fuera de los límites de lo humano. La mujer, además, lo destrata, lo tortura. Pudiendo simplemente darse vuelta y alejarse de ella, ¿por qué él se queda? ¿Qué pasa entre ellos?
El tema es ese: qué pasa entre ellos. Todas las reglas del amor entre humanos funcionan perfectamente entre el galán y su adefesio, y también entre Samantha y Theodore. El que ella sea un OS es un accidente menor, fácilmente superable, como lo sería para una mujer quien siempre salió con caucásicos, un día salir con un negro. Será un asunto, sí, pero de importancia despreciable en comparación con lo que realmente pasa entre ellos dos.
No tiene ninguna importancia que Samantha no tenga un cuerpo físico, como no lo tiene en muchos amores que se han armado por la web o en la mayoría de los amores epistolarios entre presos y personas libres.

Esto es un corolario de que Jonze se haya animado a meterse en ese terreno al que los directores suelen huirle: qué hay dentro del amor. Qué es lo que realmente sucede entre Samantha y Theodore.

Jonze hace de Samantha un SO para poner en cuestión qué relevancia tiene la “realidad” de las personas, frente a la historia que pueden armar.

El tema es qué hay dentro del amor. Qué le pasa a una persona que otra le gusta tanto, que la hace sentir tan bien, que se hace adicta a ella; qué le pasa a la otra, qué se arma entre ellas.
La industria del cine de Hollywood no se mete mucho con este asunto demasiado complicado. Encaja el amor en alguno de los estereotipos que funcionan en el código Hollywood y así lo mete dentro de una historia.
En contraste hay películas muy excéntricas de Hollywood ya sea en Europa, como Solaris, o dentro del territorio norteamericano, como Fool for love.
Sam Shepard ha sido un hombre sin miedo. Eddie y May están trastornados en Fool for love. Apenas están juntos se hacen un entrevero, un amasijo que se va tensando en su necesidad de condensarse más y más, porque necesitan meterse uno dentro del otro uno dentro del otro, hasta que la tensión se hace insoportable, se pelean, se castigan, se torturan y al fin explotan y uno de los dos sale disparado. El otro queda aliviado un rato. Un rato, y entonces ya se siente extraño, luego solo, angustiado, desesperado y ya corre detrás del que se fue.
Una y otra vez. Una y otra vez.
No se separan, se arrancan uno de otro. Algo han hecho, algo ha sucedido que se han fundido de tal manera que ya no es posible apartar a ella de él sin que una pierna suya queda en él, o él de ella sin que la mitad de la cabeza de él quede pegada a ella. Y ¿qué es eso que han hecho, que sucedió? Es algo que prescinde de ellos, es más real que ellos, aunque no pueda existir sin la realidad de ellos.
Shepard lo explica con esta parábola: comenzaron a amarse como dos adolescentes cualesquiera, pero un día supieron que eran medio hermanos. Se evoca el mito del andrógino que Aristófanes explaya en El banquete, según el cual en una época el mundo estaba habitado por seres dobles, mitad hombre y mitad mujer, hasta que Zeus los separó. Desde entonces cada mitad desespera por reencontrar a su otra mitad correspondiente.


La realidad del amor, finalmente, evidencia en Her el revolucionario cambio de estado de las más elementales instituciones sociales. A los nuevos etnógrafos les han fascinado aquellos primitivos de la actualidad que cambiaban de nombre varias veces en su vida. Eran etnógrafos hechos en Occidente, en una época en que las cosas son monolíticas y para siempre; la posibilidad de que el yo derivado del nombre mutara resultaba una amenaza fascinante. Les permitía asomarse al abismo de la metamorfosis permanente, en la que nada es definitivo, ni estable, ni quieto. Desde una realidad sólida se asomaban a un estado líquido. A ese mismo borde nos asoma Her. Ser hombre, mujer, etc., deja de ser definitorio en el sentido de igual a sí mismo para siempre, desde que es transitorio. Las parejas son transitorias y por tanto se vuelven indefinido el estado civil, e indefinida su estructura. Incluso ser padre o ser hijo dejan de ser bastiones inconmovibles, porque un padre sanguíneo puede no tener contacto con un hijo, quien ha sido criado por un padre con quien no tiene lazo biológico, y entonces lo que antes era el sustantivo, Sustantivo, Padre ahora es verbo, es ser Padre mientras se hace, se ejerce la paternidad. 

Para otra nota queda el tema de los programadores, instalados ya como creadores de la realidad, según lo postularon los Wachowsky y lo pensé en ESTA entrada.




viernes, 7 de febrero de 2014

Epitafio





Dejá de vivir buscando sólo lo que te conviene.
Dejá de pasar el tiempo calculando el mejor rédito.
Dejá de exprimirte para capitalizar.
Dejá de gastarte para conservar (la juventud), para que nada se caiga (las tetas), se pierda (los pelos de la cabeza), se extinga (las especies).
Estás destinado a la nada. No podés con eso.
Dejá de intentar salvarte. Viví.


Cannabis feroz


La mamá le dijo a Caperucita que no se entretuviera con las flores, la niña desobedeció y se le apareció un lobo vestido de hombre que hablaba, luego vió que su abuela era el lobo, concluyó que éste se tragó viva a su abuela y se disfrazó con sus ropas y finalmente vió aparecer leñadores (¿alguien vió un leñador en su vida?), que abrieron la panza del lobo, y vió salir viva a su abuela de allí dentro.








lunes, 3 de febrero de 2014

Llámenme 9 (sobre las familias líquidas)


Justina Paván tiene 4 abuelos, como todos los niños.

Está la mamá de su papá, Marina. Llamémosle 1.
La mamá de su mamá. 2.
El papá de su mamá. 3.
El papá de su papá, Marcelo. 4.

Ahora bien, la pareja actual de Marina, Hugo, también hace las veces de abuelo. 5.
Lo mismo que la pareja de 2. 6.
Y la nueva pareja de 3. 7.
Y la pareja de 4, Virginia. 8.

Entonces, como posiblemente otros chicos, Justina tiene 4 + 4 abuelos.

Ahora bien, el papá de Justina, Santiago es hijo de Marcelo y sin embargo, participé de su crianza. Me ha dicho que reconoce en mí atributos de figura paterna. No es extraño. La Ley no reconoce que una persona tenga más de un padre, lo cual es una flagrante demostración de que la Ley busca imponer a la realidad un estado de cosas ajeno a la realidad. Marcelo es el padre biológico y el que más crió a Santiago, diríase que es 97% su padre, pero yo podría ser el 3% restante. Sería el 3% de su padre.
Ahora, los porcentajes son didácticos pero tienen muchas limitaciones para describir la realidad. En este caso, sería un error leer los porcentajes sin plantarlos en un plano temporal. Seguramente Marcelo fue el 100% papá de Santiago en los primeros tiempos y en algún período mi porcentaje subió del 3%, e inclusive es probable que otros hayan entrado y salido en algún momento de la vida de Santiago.
Si esto fuera cierto, el término papá está pasando de ser el sustantivo que ordena la Ley a ser un atributo y, agregada la dimensión temporal, a un verbo.
O sea, antes que una institución, ser papá es una acción.

Así, Justina podría tener más abuelos. Si en la vida de Santiago yo ejercí la acción de padre, entonces, aunque yo no esté en la lista de los 4, ni en las de los segundos 4, sería también su abuelo.

Llámenme 9.

"Vos sos Jus, él es Gus", le explica Santi a Justina.


 

 

 











sábado, 1 de febrero de 2014

El problema de ver la realidad


Me resultó revelador leer el término "visión lateral". Revelador en el sentido en que alguien revelaba, poniéndole nombre, algo a lo que yo había prestado atención muchas veces.
Lo leí en uno de los libros de Carlos Castaneda.
Explicaba las cosas tal como yo las concebía: tenemos una visión frontal, con la vemos las cosas normalmente, y luego aquella visión lateral, que determina un área donde las cosas se ven borrosas. El brujo Don Juan le explicaba a su aprendiz Castaneda que se trataba de realidades diferentes, que pueden captarse con diferentes formas de percepción. La visión frontal aborda la realidad activamente, mirando; en cambio en la visión lateral las cosas se ven, en una percepción pasiva.
Hace unos días tuve otra revelación en este campo. Entendí que aquella visión frontal tiene un foco de apenas 10 grados. Fuera de eso las cosas sólo se intuyen visualmente. Tenemos por delante una pareja, por ejemplo. Enfocamos en la persona de la derecha, que es nuestro hijo Santiago. Asumimos por algunos colores, unas formas y proporciones, que está a su lado nuestro hijo Fernando. Error: cuando enfocamos en él descubrimos que es un anciano, disfrazado de ropas de Fernando, con su mismo color de pelo y un tamaño y proporciones apenas aproximadas.

Si se nos escapa que esa persona no es nada menos que nuestro hijo, ¿qué no se nos escapará de la realidad? Asumimos que las cosas son las que intuimos, creemos, creamos que son, pero ¿qué son en realidad?