lunes, 9 de diciembre de 2013

El celular de la señora


En el asiento de mi lado en el subterráneo hay una señora bastante mayor. Desde hace un rato está sonando su celular, con un llamado apremiante e insoportablemente obstinado. La señora busca y rebusca en su pequeña cartera y no lo encuentra. Busca mucho pero con una lentitud exasperante. Suena el celular con insistencia de gato que no se resigna a morir y el ruido del tren subterráneo es ensordecedor. Es increíble que no pueda hallarlo en una carterita tan pequeña, para llevar el atado de cigarrillos y un encendedor. En su cara no se nota  angustia ninguna. Al fin lo encuentra: es un celular gigante. Ni entiendo cómo cabía allí dentro.


jueves, 5 de diciembre de 2013

Los deseos de los otros


Estoy convenciéndome de que los deseos de las demás personas influyen muchísimo en la vida de uno. Antes me causaban rechazo quienes decían que la envidia daña, por supersticiosos, por ignorantes. Ahora me pregunto si no habría alguna sabiduría en esa sospecha.
Antes me parecía una maldad impotente que alguien le deseara el mal a otro; ahora si veo que alguien perjudicado por un canalla le desea una enfermedad horrible, tiendo a creer que el canalla no se la llevará toda de arriba.
Antes rezar me parecía nada más que un acto de autosometimiento masoquista y ridículo. Pero desde hace un tiempo me viene el recuerdo de mi tía Irma gastando un par de horas largas cada noche, en las que repasaba la vida de sus familiares y algunos amigos, y deseando que cada uno se encaminara bien, que Dios lo ayudara, le diera fuerza, que fuera inteligente, que tomara decisiones sabias, que tuviera suerte; recuerdo eso y me parece que no es lo mismo, para alguien que andaba más o menos, que mi tía rezara por él o que no.

Noción de triunfo


Con lo que recibimos podemos reproducir el mundo, pero sólo con lo que aprendemos por nosotros mismos podemos crearlo. O sea, triunfar.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Los tristes novios



UNO
Con mi sobrina Pauli habíamos visto la Hair de Milos Forman como inspiración para su cumpleaños de 15, que ella quería de temática hippie. Como es una chica de personalidad arrolladora, la fiesta fue expansivamente hippie, en la estética, pero también en conceptual, por lo que rapidísimamente se dejaron  atrás las formalidades, el vals, el video de cuando era "chica" y el programa establecido y todo el inmenso salón se convirtió en la nube tumultuosa de una compañía de ballet masiva y desenfrenada. Todos se descalzaron, los varones tiraron los sacos en las sillas, las chicas abandonaron saquitos y carteras y se abrazaron en una celebración tribal de una alegría primitiva que era la envidia de todos los adultos.
Pero no sólo los adultos quedaron fuera de la joda. En las mesas que quedaron en un sector a oscuras, estaban sentadas de a dos los chicos que, desgajándose del grupo, se habían puesto de novios. Todos derechitos en las sillas, uno al lado del otro, uno al lado del otro, en silencio, en la oscuridad. No iban a bailar con la horda porque desde que se tenían uno al otro habían perdido la barra. Las parejas son exclusivas. Especialmente la pareja de estreno. En San Nicolás la primera pareja que uno tiene se parece obedientemente a la pareja como debe ser, él un caballerito, ella una señorita. Respetan las normas, son responsables, serios, fielmente parecidos ella a su mamá, él a su papá.
Y allí estaban, sin mandarse una macana, comportándose, conservando el saco y la postura. Nada de bailar como monos, ni de sudar como futbolistas, ni de zamarrearse uno al otro, ni de hacer pogo, ni de dar alaridos y revolear el cabello. Ninguna locura. Sólo aburrirse. Sometidos hasta la muerte, aburrirse.


DOS
Soltero, siempre estaba en barra, con amigos para acá y para allá, en la casa de este o aquella, o con algunos en su casa. Ahora, que al fin consiguió novia, se lo ve siempre solo.









Malevos



Hay dos tangos, Te llaman malevo y Malevaje. Las letras son de dos de los mejores letristas del género; el primero de Homero Expósito, el segundo de Enrique Santos Discépolo.

Recordemos Te llaman Malevo:

Nació en un barrio con malvón y luna
por donde el hambre suele hacer gambetas
y desde pibe fue poniendo el hombro
y anchó a trabajo su sonrisa buena.
La sal del tiempo le oxidó la cara
cuando una mina lo dejó en chancleta
y entonces solo, para siempre solo,
largó el laburo y se metió en la huella.

Malevo, te olvidaste en los boliches
los anhelos de tu vieja.
Malevo, se agrandaron tus hazañas
con las copas de ginebra.
Por ella, tan sólo por ella,
dejaste una huella de amargo rencor.
Malevo, ¡qué triste!
jugaste y perdiste
tan sólo por ella
que nunca volvió.

Tambor de tacos redoblando calles
para que se entren las muchachas buenas
y allí el silencio que mastica el pucho
dejando siempre la mirada a cuenta.
Dicen que dicen que una noche zurda
con el cuchillo deshojó la espera
y entonces solo, como flor de orilla,
largó el cansancio y se mató por ella.


La mina se piantó y el tipo se volvió maula. Es un bastardeo del mito. El bastardeo consiste en rebajarlo a un término del costumbrismo. Ofrece sólo el placer de la familiaridad, que da siempre lo mismo.
El mito, en cambio, no da siempre lo mismo, sino que siempre da más.
Si se quiere un mito que revele cómo una mina transforma a un guapo, recuérdese Malevaje.

Decí, por Dios, ¿qué me has dao,
que estoy tan cambiao,
no sé más quien soy?
El malevaje extrañao,
me mira sin comprender...
Me ve perdiendo el cartel
de guapo que ayer
brillaba en la acción...
¿No ves que estoy embretao,
vencido y maniao
en tu corazón?

Te vi pasar tangueando altanera
con un compás tan hondo y sensual
que no fue más que verte y perder
la fe, el coraje,
el ansia 'e guapear.
No me has dejao ni el pucho en la oreja
de aquel pasao malevo y feroz...
¡Ya no me falta pa' completar
más que ir a misa e hincarme a rezar!

Ayer, de miedo a matar,
en vez de pelear
me puse a correr...
Me vi a la sombra o finao;
pensé en no verte y temblé...
¡Si yo, -que nunca aflojé-
de noche angustiao
me encierro a yorar!...
Decí, por Dios, ¿qué me has dao,
que estoy tan cambiao,
no sé más quien soy?


Hay que explicar por qué Me llaman malevo dio lugar a una telenovela y (el Malevo era Rodolfo Bebán), mientras Malevaje nunca fue recogida por la televisión ni el cine.





Con admiración, dedico este breve pensamiento a Mariela. Creo que su rescate de Malevaje es meritorio de hacer de ese tango un mito de la altura del de Edipo.

Domingo de Januká en las Barrancas de Belgrano