miércoles, 8 de mayo de 2013

No alcanza esta vida



No me alcanza la vida para que estemos juntos.
—quiero decir que no nos alcanza el tiempo, naturalmente.
—pero también que no nos alcanza esta vida que tenemos. Necesito que hubiéramos estado juntos desde chicos, desde antes de tener memoria. Y que sigamos juntos después de nuestra muerte.
Quiero que estemos juntos como dos caracoles que se persigue por las varas de una planta tibia de la selva bajo la lluvia.
Quiero que seamos dos estrellas, que se miran en medio del Infinito oscuro y gélido, ardiendo de luz.
Quiero que seamos dos hermanitos en una feria de Babilonia perdida en los siglos.
Quiero que seamos dos piedras preciosas, una junto a la otra enterradas a cientos de kilómetros bajo la superficie.
Quiero que seamos dos palabras perfectas en una oración en un relato de Turgueniev, dentro de un libro en una biblioteca, un libro que un día la niña de la casa abrirá y leerá.
Quiero que seamos la luna y el bebé que se enamora de ella. El bebé que nunca dejará de ser bebé.
Dos lituanos en la guerra.
Dos negras en un coro en un funeral.
Dos insectos transparentes volando allá en el cielo blanco, altísimo, donde casi no hay aire.
Diablos en un cuadro de El Bosco.
Quiero que seamos dos tigres que andan solitarios por la misma jungla tórrida, sin verse pero oliéndose, viendo los rastros del otro, sabiendo siempre del otro, siempre atentos al momento en que se encontrarán.
El aroma de los eucaliptos y el aire fresco del cañaveral, que se ignoran y a veces se mezclan.
El viento y la cabellera blanca de las olas encrespadas.
Dos gitanas que van en silencio.
Dos gritos al unísono.
Dos enamorados que conversan a la orilla del arroyo, mientras se hace de noche y el frío del agua sube hasta ellos.
Dos caballos jugando en un campo.
Eternamente.