martes, 13 de noviembre de 2012

A la una, a las dos, a las tres, a las cuatro


50 a la una
Cuestan los 50. Es como resignarse a que los boqueteros se llevaron todo de la caja de seguridad y andá a cantale a Magoya.


50 a las dos
    Yo era muy atolondrado y muy necio. Dediqué mi vida a temperarme.
    Y de tanto temperarte, observarte, intervenirte, podarte, regularte, someterte, cuidarte, gobernarte, reprimirte, encausarte, sublimarte, fiscalizarte, preocuparte, ya no vivís. Me parece que se te acabó el tiempo para controlarte.


50 a las tres
“Mi terapia es el escenario”, dijo el santiagueño que se ha mandado todas las macanas que se puede mandar un hombre, pero cuando sube a cantar entra en estado de gracia.


50 a las cuatro
Sabía que mi vida comenzaría a los 50, de modo que planamente desperdicié mis años hasta hoy.
Ahora llega el verdadero tiempo de la fecundidad, de sembrar y dar fruto, de crear el mundo, dar de vivir a los demás. Aunque no sé por qué tengo la seria sospecha de que seguiré con el desperdicio.