lunes, 5 de marzo de 2012

El Gran Arquitecto


Cuando vi Una mente brillante sentí que el cine norteamericano, que esconde la cobardía en el moralismo y el pragmatismo, no se había animado a plantear rotundamente que el paranoico John Nash tuviera razón. Dejaba la posibilidad como algo remoto, remotamente lógico, pero todo el final conducía al espectador a no comprender otra cosa que una sociedad que había logrado que Nash pudiera lidiar con su delirio.
Las teorías de la conspiración anclan su especificidad en que no puede comprobarse que no sean verdad. Que se descarte su veracidad vale poco; el tema es que no pueda eliminarse porque su mendacidad no sea probada.
Y vale una confirmación, en cualquier terreno, mínima, para que se enarbole indeleblemente una cantidad sin límites de teorías conspirativas que andan dando vueltas. Bastó la confirmación de que San Martín y Bolívar pertenecían a una Logia Lautaro que planeó en Europa la emancipación de América, para que la tramada red de hipótesis sobre el poder de las logias en el Nuevo Mundo fuera validada en bloque sin la mínima chance de apelación. Además, quedó el futuro como un terreno despojado de dudas; se le haría cuesta arriba a quien pusiera reparos a cualquiera que enunciara las decisiones masónicas como última determinación de la realidad.
Juego dentro del juego, uno de los pilares de la acción de los masones es la idea de un Arquitecto Universal.
Los masones emulan a ese Dios que todo lo diseña, todo lo trama y decide hasta el último detalle del vasto Universo.
Nunca supe de alguna conexión directa entre los masones y S. Freud, y me pregunto si no aparecerá un día un psicoanalista que postule al inconciente como Gran Arquitecto de la psiquis al que no hay que reparar, enmendar, destrabar, lo que sea, sino al que hay que venerar, en quien debe confiarse y aceptar sus decisiones como las mejores posibles, que aún sin ser perfecto, es quien menos se equivoca.



Para leer algo en serio sobre este tema está la conferencia de R. Piglia Teoría del Complot, del 15 de julio de 2001 en la Fundación Start de Buenos Aires.




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