miércoles, 14 de diciembre de 2011

Cómo me hice vegetariano



 Mi rollo no es con la carne. La idea de que vegetarianismo es opuesto a carnívoro no la entiendo, porque carne es de ciervo o de zanahoria, o de pollo tanto como de zapallo, papa, tomate, lenguado, pepino, caballo, alcaucil, tortuga, pimiento o rana.
¿En qué consiste exactamente la diferencia entre la carne de vaca y la de banana? ¿Qué una se mueve y la otra no? Los vegetales no caminan pero se mueven. ¿Es un asunto de velocidad? ¿Cuál es entonces el límite de velocidad trasgredido el cual el vegetarianismo no come la criatura? Si las radichetas lo conocieran tal vez se apurarían.
¿La diferencia es la grasa? Hay animales magros como las anchoas y vegetales grasosos como el maní.
La discusión es quizás inagotable. No la voy a reproducir, ya me harté de hacerla en la época en que quería hacerme vegetariano pero no encontraba una razón valedera.





Pero bueno, ¿cómo explico entonces que me he hecho, al fin vegetariano?
Un solo criterio no pude cuestionarlo. Lo hizo un hindú —¿quién, si no? A la pregunta que le hice a los vegetarianos inclaudicablemente durante años sin jamás oír un argumento convincente, a saber: ¿por qué característica del animal de la que carece el vegetal me abstendría de comerlo?, a esa pregunta el hindú me respondió con dos palabras que me cerraron la boca: la inteligencia. No dijo más. Pero a mí se me revolvió todo. Me pregunté si la inteligencia conlleva la conciencia de la muerte, que nos iguala al ser que nos devoramos. Me pregunté si no tendría efectos sobre mí comerme razonamientos, una percepción del mundo, unas explicaciones, previsiones, sueños, deseos, anhelos. Pensé en todos los pensamientos que me quedaban por pensar, sin ir más lejos el mismo que estaba pensando en ese momento, y lo espantoso que sería que alguien no les permitiera existir sólo porque le apeteciera zamparse unas costillas de mí lacradas con caramelo y pimienta.
Aquellas dos palabras del hindú me resultaron suculentas y demoledoras. Sin embargo, he de advertir que tengo la sospecha de que su efecto sea acaso temerario. Tal vez en algún momento empiece a preguntarme qué es la inteligencia y si realmente excluye al mundo vegetal. 


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