jueves, 11 de agosto de 2011

La comida que hace la petisa



Cuando la petisa se mete en la cocina, parece que se metió Alf. Vuelan los pedazos de masa, hay bifes pegados en el techo, a ella le cuelgan fideos del cogote y tiene cáscaras de huevo en la cabeza, se hacen montañas de ollas, no ves nada porque todo es una nube de harina.
Todo eso, en silencio. Silencio absoluto. Y ella, concentradísima. Absorta. Le podés hablar y no te escucha. No sabe si está en Buenos Aires, en medio del desierto, en una isla o dónde, ni quién sos vos, ni quién es ella. Es un espectáculo, cocinando.
Y después te viene con una comida que, yo no sé si es porque uno la estuvo mirando, pero la comida que hace te causa un efecto… Es materia, y exquisita, pero te causa un efecto que no es de la materia. Te pasa algo afectivo, una mezcla de alegría y fluidez, y…
No sé cómo decirlo. Te causa algo que no sabés cómo decir qué es, algo desconocido y medio enigmático, que no terminás de en tender, pero necesitás entender.


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