lunes, 9 de mayo de 2011

Otra vez

Siento que luego de estos videos que presento más abajo, ya no tendré nada más que decir sobre las elecciones —todas las elecciones en Argentina, las presidenciales, municipales, todas.

Hace un rato me llamó un amigo. Es un joven amigo, de la generación que comenzó a nacer en la segunda mitad de los 70. Debe tener unos 33 ó 34 años. Está reconstruyendo la manera en que han vivido trabajando los operarios de la petrolera estatal YPF. En nuestra charla me comentó que habló con un realizador para que sus investigaciones lleguen a la gente como documentales para televisión.

Mi amigo tenía un serio entusiasmo. No tenía ninguna duda de que su proyecto es realizable. Para él cambiar las cosas es cuestión de animarse, empezar y trabajar hasta lograrlo.

Un reflejo de cinismo me tensó. Pertenezco a la generación a la que la dictadura de 1976 le enseñó que cualquier intento de ganar el poder es castigado con el horror infernal de la tortura y la muerte. Vimos cómo los militares masacraron a la generación que nos precedió, nuestros hermanos mayores, que habían vivido la revolución de Cuba, las muchas revoluciones, sabían que los vietnamitas le torcieron el brazo a los Estados Unidos, habían visto el mayo francés y la primavera de Praga, y muchos habían peleado porque Perón volviera, y Perón volvió. Ellos sabían que el mundo injusto podía ser transformado, que lo podían cambiar ellos, y estaban seguros de que lo harían. Tenían la misma ingenuidad que tiene mi amigo.

De repente me avergonzó mi mordacidad, porque no es más que la derrotista marca de la castración. Los que sobrevivieron entre nuestros hermanos mayores están en el poder, y permiten a nuestros hermanos menores que se larguen a hacer, los animan a cambiar el mundo. El poder pasará de unos a otros; mi generación nunca se atreverá a disputarlo ni podrá sostenerlo. Lo que nos toca es alentar, a los que gobiernan ahora y a los que gobernarán en breve.














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