martes, 19 de abril de 2011

Buenos Aires, abril de 2011


Tan europeo
Tipo de 50, cabeza rapada para anular la imparable pelada, arito en una oreja, lentes modernos, barba candado esmeradísima, dibujada sobre la piel lisa, remera con cuello en V, jeans, suecos, cadenita fina en el tobillo. Relajado.

La Tarjeta
Una chica, luego un muchacho con camisa bien planchada y pantalón de vestir, luego otro, y otra chica, y otra, y más chicos: todos con la tarjeta magnética colgada de la cartera o de un precinto del pantalón. Es la tarjeta que registra todos sus movimientos en el trabajo, las horas de entrada y salida, cada vez que entran al depósito, cada salida de su oficina, cada visita a la sala de impresiones, cada paso por el edificio. Y ellos quieren que por la calle otros vean que portan la tarjeta. Ciudad PRO. Se abrazan a la exhibición con cierto orgullo. Me da escalofríos.

Aporte de madre
Las viejas, ahora andan todo el día con la botellita de agua en la mano. Se las dio la nutricionista. Ahora las viejas van a la nutricionista. Y dicen “te quiero”. “Ay, chau, querida, te quiero, te quiero”.

Amigo
Se puso de moda decir “amigo”. Creo que es porque ha resultado comodísimo.  Tiene ventajas sobre “señor”, “señora”, “señorita”, “pibe”, “che”, “flaco”, “jefe”, “tío”, “doña”, “maestro”. Es más abarcativo. Tiene algo de darse la mano. Conmina a la confianza y a la igualdad. Establece una distancia muy conveniente. Recoge tradiciones urbanas y rurales que casi se habían perdido.
El fenómeno “amigo” sucede en momentos en que la comunidad china ha afincado su peso en Buenos Aires. Nada menos conectados que estos dos acontecimientos. Los chinos evitan indefectiblemente el contacto con los nativos. Forzados a hacerlo, resultan desconfiados, hoscos, secos, hasta groseros. No puede ser verdad un disparate que escuché: que los chinos carecen de sentimientos, y que aprenden a desarrollarlos como herramienta de comunicación con los occidentales, dado que un lenguaje no son sólo las palabras, sintaxis, etc., sino también las formas del pensamiento e inclusive los sentimientos. Los chinos carecerían de sentimientos de la misma forma que los occidentales carecemos del sentido social asiático en el que las individualidades no son suprimidas para que reine la libertad, sino porque no surgen con la condición de la libertad. Insisto, esta idea me parece un dislate y no es necesaria para explicar que en un supermercado, cuando me llevaba a las cajas registradoras unas frutas que debía pagar en el sector de verdulería, escuché que el chino verdulero me grita “¡paga acá! ¡Amigo, paga acá!”

Onda bici
El chico arriba a Plaza de Mayo, donde la marcha es una marea sobrehumana, en bicicleta. Ha llegado conmovido por la convocatoria, que ha visto en la televisión o le llegó por Internet. De la misma manera se siente convocado por la nueva onda cívica de la bicicleta, hecha de todos buenos valores: andar en bicicleta es beneficioso para su salud, su conducta ecologista y su conciencia ciudadana. Pero ¿la bicicleta en la marcha? Avanzan los muchachos del gremio de la construcción, arrasan hacia la posición que pactaron, adelante, a la derecha, y el chico con su bicicleta aparatosa en el medio. Los muchachos lo empujan, él cae, ellos lo levantan mientras cantan algo de Cristina, pero le pisan la bicicleta. “¡Paren, che, la bicicleta!”, grita el chico, aún con el casco puesto. No los insulta “animales”, pero… no entiende.


Wang, el supermercadista que hace 10 años sufrió el saqueo,
es consolado por una vecina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario