domingo, 25 de abril de 2010

El pibe Borelli

Yo lo tengo al pibe Borelli, que es uno de esos jugadores que nacieron finos. Todo lo que hace tiene calidad. Es rápido sin apurarse, tiene la mejor solución para cada problema, usa toda la potencia que tiene sin ser violento, no hace más de lo necesario. Y lo que hace, lo hace con elegancia, con precisión, con gracia. Por eso lo quiero matar cuando en los partidos se desaparece. Se ubica donde no puede participar de la jugada. No sé qué le pasa. Creo que tiene miedo de arriesgar el prestigio —se cree que es lo único que tiene. Si se metiera en las jugadas, si jugara, quizás no esté a la altura de lo que se espera de él, y si defraudara no quedaría nada de él. O le dolería demasiado. Cuando le digo “o jugás o no entrás a la cancha”, lo mata la lucha interna, porque necesita jugar para existir, pero si juega corre el riesgo de dejar de existir. Me vino a decir que no convierte pero que aporta al juego. Le dije que no se engañara, que lo que tiene es cagazo. Lo jaqueé. Entonces intenta entrar en las jugadas, pero es lastimoso. Hace las cosas sin pensar, pierde la pelota estúpidamente, intenta gambetas que sabe que no le van a salir, patea al arco a destiempo cuando tiene muchas opciones mejores y manda la pelota a cualquier parte, no se entiende con los compañeros. Es la cara opuesta de él mismo. No sé qué voy a hacer con él.

Misión instantánea

Cuando aparece algo para ser escrito, me da muy poco tiempo para que lo escriba. Prescribe tan rápido como la cinta del comienzo de Misión Imposible. Si se vence el plazo, podré escribir con esmero y oficio el tema, sin olvidar detalle, pero no tendrá gracia.

sábado, 17 de abril de 2010

Mago

El mago es buenísimo. Hace subir a una mujer, le pide la tarjeta de crédito, hace desaparecer la tarjeta de crédito y aparecer en la billetera de un muchacho. Luego la hace desaparecer de nuevo y le muestra que está allá: colgando de un hilo que cae desde el techo. Aplausos y la señora le pide la tarjeta. El mago le dice que no, lo lamenta pero no. Pide otro voluntario, la señora queda desorientada, no se quiere ir del escenario y el mago la destrata, "vamos, señora, pídale otra extensión a su amante". La echa del escenario. Tampoco trata muy bien al voluntario que ha subido. La risas y los aplausos se van apagando. Hace un número menor con el voluntario y lo despide, pero cuando el voluntario está al borde del escenario, le dice "señor, usted además de pelado y feo, es bobo: ¿dónde dejó su reloj?" El tipo se mira la muñeca y el mago le muestra que tiene su reloj. Aplauso parcial. El tipo vuelve a buscar el reloj y cuando se va, "espere, además de perdedor, usted es medio tarado", ¿con qué le va a pagar la cena a la señora aquella, que ya no tiene tarjeta de crédito?", y le muestra la billetera del señor. Y otra vez: "¿usted pasa vergüenza todo el tiempo?" y le muestra un pañuelo, monedas y unos papeles. Mientras el tipo está volviendo por tercera vez a buscar sus cosas, irrumpe en el escenario un grandote con cara de sanguíneo sacado, y caga a trompadas al mago.

Técnica sexual



Vi en Wham! un documental sobre la sexualidad en Estados Unidos en los 60. Hablaban de Sandstone, sede de la experimentación habilitada por la proclamada revolución sexual.


¿Qué quedó de todo eso? ¿Nuestra sexualidad es producto de todo eso que pasó? La revolución sexual y todo aquello me suena tan ajeno como el puritanismo de ponerle manchas desenfocadoras o bandas negras móviles a las vergüenzas en las series y películas (es de notar que ambas son pasiones norteamericanas). Pero no sé.


Nos queda en el sentido común Alejandra Rampolla; términos como "pene", "orgasmo", "técnica sexual", "clítoris". Lexicografía horrible, quizás destinada a una rápida desaparición, como sucedió con "punto G". Pero no sé.


No quiero hacer un análisis sociológico. Esto surgió porque me resonó la contradicción de "técnica sexual" y recordé una situación:


Primera vez que se acuestan. Ella está un poco desconfiada, siente que él la va a usar y desechar. Él, por su parte, la ve algo implacable y teme que todo resulte mal si no se puede contener y cada vez acaba antes que ella. No le dice que a veces le sucede eso porque no quiere romper el momento, pero va creciendo su certeza de que va hacia un desastre. Se escucha a sí mismo diciéndole a la chica: "no te dije que soy impotente" y se espanta cuando ella se incorpora y le responde "¿y ahora me decís? ¿qué te pasa?". El le dice que era un chiste, ella le pregunta ya ofuscada qué clase de chiste es ese... Momento roto, desastre anticipado, todo resultó mal.